CONDESTABLE RUI LÓPEZ DÁVALOS
Primer señor de Arenas. Fue una persona que consiguió pasar, gracias a su valentía personal en la lucha y a su habilidad para las maniobras políticas, del oscuro lugar al que le correspondía por su nacimiento al lugar preeminente del reino castellano: el de Condestable. Por su influencia, cuando es valido del Rey, consigue la segregación de las aldeas principales del Valle del Tiétar del concejo de Ávila en 1393; más que buscar el inicio de la autonomía de los concejos de Arenas, Candeleda, Mombeltrán -entonces El Colmenar- y La Adrada pudo muy bien hacerlo para poder añadírselas al número de sus señoríos pues, en 1395, consigue que el Rey se las entregue para su propio beneficio atraído, sin duda, por la importancia que estso términos tenían para la ganadería y por la situación de los mismos en la ruta de la trashumancia.
En 1397, tras pacificar los conflictos internos en el reino de Murcia, consigue el título de Adelantado de Murcia. Se arropa en misiones difíciles en los suyos a los que premia con grandes prebendas por lo que se atrae la envidia de los nobles quienes protestan y consiguen para él un castigo en 1400: que pase un par de años en su villa de Arenas sin poder intervenir en los negocios de la Corte. Es un tiempo que aprovecha para adelantar la construcción del castillo exigiendo a los súbditos de la comarca su colaboración directa o indirecta con obligada cesión de animales para el traslado de los materiales.
Con Enrique III alcanza sus máximas dignidades hasta el extremo de que figura en el Consejo de Regencia en el periodo de minoridad de Juan II junto con el Infante D. Fernando con quien estará al frente de la toma de Antequera. Participa, en Tordesillas, junto con el Infante D. Enrique de Aragón, en el secuestro del rey don Juan (1420); al conseguir liberar los castellanos al Rey, liderados por D. Álvaro de Luna, caen el prestigio y solidez de López Dávalos. Para salvar su vida, abandonó, desterrado, Castilla y se refugió, en 1423, en tierras del reino aragonés.
Sus bienes antes de que muriese ya se habían repartido entre los que habían ascendido en la Corte. El Valle del Tiétar desde entonces ya no estuvo, en unas solas manos, sino que pasó a depender de varios señores: Arenas pasó al señorío del Conde Benavente, D. Rodrigo Alonso Pimentel; Candeleda pasó a don Pedro de Zúñiga; Mombeltrán al Infante D. Juan y La Adrada para don Álvaro de Luna. Murió Rui López Dávalos en Valencia en 1428.

D. ÁLVARO DE LUNA 
Por llegar a ser el valido del rey D. Juan II de Castilla en muchos lugares se menciona el castillo de Arenas como castillo de D. Álvaro de Luna, sin embargo, el Condestable no fue nunca el señor de la fortaleza sino que ésta perteneció a su segunda mujer, doña Juana de Pimentel, quien recibió el señorío de Arenas y sus aldeas como dote con que la enriqueció su padre el conde de Benavente a la hora del matrimonio. 
D. Alvaro se encumbró de la nada gracias a sus inteligencia, habilidad, valentía... cualidades que junto a otras le fueron necesarias para saber enfrentarse, en defensa de la monarquía, a los nobles de su tiempo más preocupados por el bien propio que por el general. Fue el suyo un tiempo borrascoso, de continuas luchas y rivalidades entre los nobles, muchos de los cuales se aliaron, como el Condestable Dávalos, con los Infantes de Aragón, D. Juan y D. Enrique, que, por ser hijos de Fernando de Antequera, tenían, por la ascendencia paterna, muchos intereses en las tierras castellanas. 
D. Alvaro es el mejor defensor de la monarquía frente a la nobleza levantisca; se ganó el afecto del Rey en cuanto llegó a la corte en 1408 y, en seguida, también envidias que iban en aumento a medida que alcanzaba más poder; luego éstas fueron el germen de mayores intrigas. Como premio a su valiente defensa del Rey, con riesgo de su vida en numerosas ocasiones, recibirá numerosas mercedes, villas y castillos, las cuales despertarán continuamente la envidia de la nobleza; ésta intrigará una y otra vez y así en varios momentos de su vida D. Álvaro es condenado a estar desterrado de la corte, incluso condenado a no poder escribirse con el Rey ni a interesarse por los asuntos de la Corona, todo ello para eliminar su influencia sobre el Rey. 
Cuando consigue expulsar definitivamente a los Infantes de Aragón, tras la batalla de Olmedo (1445) de la que él sale premiado como Maestre de Santiago, parece llegar a la cumbre de su poder y al propiciar la boda del rey viudo con doña Isabel de Portugal empieza a cavar, sin saberlo, su propia caída pues la Reina tratará de cortar la influencia que tenía sobre el Rey. En el Valle del Tiétar al señorío de La Adrada consiguió unir el de Mombeltrán, entonces llamado El Colmenar. 
Turbias asechanzas movidas por nobles envidiosos hacia quien había conseguido una gran fortuna de la que era exponente la magnificencia de su castillo y las riquezas que atesoraba, conocidas como "el tesoro de Escalona" le llevarán al patíbulo en 1453.

LA TRISTE CONDESA DOÑA JUANA DE PIMENTEL


Al casarse con D. Alvaro el padre de Doña Juana, el conde de Benavente, don Rodrigo Alonso Pimentel le regala a la hija, como dote, el señorío de Arenas, el cual lo había recibido, como donación regia, en 1423 tras caer en desgracia el Condestable López Dávalos.
Doña Juana vivió parte de su vida matrimonial en Escalona y en otros lugares siguiendo la vida cortesana, salteada con frecuentes conflictos armados, generalmente de la nobleza levantisca contra el Rey, en los que participaba su marido; así su segundo hijo nació en Madrid y fueron sus padrinos los Reyes. Acaso la visita que les hacen los Reyes en 1450 fue la ocasión para que admirasen las riquezas del castillo y deseasen para ellos parte del llamado "tesoro de Escalona".
Tras la muerte en el cadalso de su marido, doña Juana lucha por recuperar parte de sus bienes que le habían sido arrebatados con autorización regia, pese a ser prima del Rey, por otros miembros de la nobleza. Como en la mente del rey estaban los bienes del castillo de Escalona le devuelve algunos bienes confiscados (como Arenas) y le entrega otros que pertenecían al marido como Mombeltrán, -entonces conocido como El Colmenar- La Adrada, Castillo de Bayuela..) a cambio de las dos terceras partes del tesoro de Escalona. También le entrega dehesas a la otra parte del Tiétar, frente a Arenas, y en el término municipal como El Rincón. Al mismo tiempo le reclama, además, ciudades extremeñas de las que se había apoderado D. Álvaro.
Doña Juana pleitea, desde Arenas, por sus estados y toma la decisión de emparentar, por medio de la boda de su hija, con la casa del Infantado (en 1460) y se adelanta a los propósitos de Enrique IV quien deseaba que los bienes de la Condesa pasasen a manos de su valido D. Diego López Pacheco, Marqués de Villena. 
La irritación de Doña Juana de Pimentel contra Enrique IV llega hasta el extremo de oponerse a los propósitos regios incluso con las armas, pues se niega a recibir al Rey quien quiere verla en el castillo de Montalbán, y ella lo espanta con disparos de "truenos y lombardas", por lo que éste llega a confiscarle determinados bienes como la villa de Mombeltrán y La Adrada y se las entrega a D. Beltrán de la Cueva en 1461 con lo que se resquebraja la unión que se había establecido con el Valle del Tiétar oriental. El enfado regio es tan grande que la condena a ella y a su hijo Juan de Luna a muerte, pero luego, por intercesión de los Grandes de Castilla, la perdona y la dona Arenas y otros lugares para ella y sus herederos.
Vivió mucho tiempo en Arenas y en su vejez se trasladó al Guadalajara donde firmó en 1487 donaciones de dehesas y fincas al municipio como agradecimiento por la contribución de los areneros en la recuperación de sus estados. Murió en noviembre de 1488 y está enterrada en la catedral de Toledo, junto a D. Álvaro de Luna, en la capilla de Santiago.


INFANTE D. LUIS A. DE BORBÓN Y FARNESIO

El Infante D. Luis A. (1727-1785) era el sexto hijo del rey Felipe V y de su segunda esposa, doña Isabel de Farnesio. Si añadimos que el Monarca había tenido otros cuatro con su primera esposa, se comprenderá que las posibilidades de ocupar el Trono eran casi nulas para el Infante, pese a que, a su favor, estaba una disposición de la Ley Sálica de 1713 que impedía el acceso a la Corona a dos hermanas mayores que él. De ahí que, siguiendo una costumbre muy hispana, pronto se le buscase, dentro de las arcas eclesiásticas, prebendas que le permitiesen vivir holgadamente; el Rey consigue que se le asignen los obispados de Toledo y Sevilla cuando era un niño; a los nueve años ya le habían concedido el título de Cardenal. 
Vive en la Corte hasta que en 1746 se traslada con su madre al palacio de La Granja; la incompatibilidad de caracteres entre la reina viuda y doña Bárbara de Braganza, esposa de su hermano Fernando VI, es la primera causa que aleja al Infante D. Luis de los centros de poder. En los bosques del entorno segoviano, en manos ajenas sus responsabilidades eclesiásticas, se dedica a su ocupación favorita: la caza. 
La muerte de su hermano el rey Fernando VI (1759) sin descendencia influye en su destino, pues si el trono lo pasa a ocupar su hermano Carlos, al que conocemos como Tercero, el Infante D. Luis A. se coloca como el primero en orden a la sucesión, puesto que los hijos de Carlos III, que hasta esa fecha había sido rey de Nápoles, habían nacido en el extranjero y la ley les impedía el acceso a la Corona. Sin embargo, Carlos III tratará por todos los medios de beneficiar a sus hijos modificando la ley y alejando al Infante D. Luis A. de la Corte al no permitirle casarse con una mujer de la alta nobleza por lo que éste, que había renunciado a los títulos eclesiásticos, tras su boda con María Teresa Vallabriga en 1776, acaba instalándose en Arenas. La situación de la localidad, su clima y unos parajes muy aptos para la afición favorita del Infante, la caza, son, sin duda, las razones que justifican su elección. La construcción de un gran palacio será una de la smetas finales de su vida.
Por su afición a la música en el palacio habrá una orquesta de cámara en la que figura Boccherini y por su afición a la pintura consigue una colección de cuadros de pintores famosos entre los que figuran Luis Morales, Claudio Coello, Leonardo da Vinci, Meng, Durero, Velázquez, Rafael, Tiziano, Juan de Juanes, Zurbarán, Murillo, Ribera y otros muchos de reconocido prestigio; pero no contento con esto manda llamar a Goya en los veranos de 1783 y 1784 y el genial aragonés pinta cuadros individuales de todos los miembros de la familia y un cuadro grande con todo el grupo familiar, La familia del Infante D. Luis. Los hijos posarían, ya adultos otra vez para Goya, con los títulos nobiliarios que les correspondieron a ellas -Duquesa de Chinchón y Duquesa de S. Fernado- y al primogénito con el de Cardenal de Toledo. 
El Infante D. Luis A. Muere en 1783 y, tras ser enterrado inicialmente en el santuario de San Pedro de Alcántara, sus restos fueron trasladados a El Escorial en 1800.

SAN PEDRO DE ALCÁNTARA


La estancia de fray Pedro de Alcántara en Arenas fue muy corta, sin embargo, su atración por el lugar fue tal que encontrándose enfermo de gravedad mandó que, desde Oropesa, fuese trasladado a Arenas, lugar en el que había hecho su última fundación conventual.
El Santo había nacido en Alcántara en 1499 y se le puso el nombre de Juan de Sanabria. En su pueblo natal hace los primeros estudios en los que demuestra actitudes para proseguir los superiores, para lo cual marcha a Salamanca; sin embargo en esta ciudad, a los dieciéis años, decidió seguir la vocación religiosa por lo que se trasladó al convento que los franciscanos tenían en la provincia de Cáceres, en Los Majaretes, donde profesó tras pasar el año de noviciado en 1516. En este acto, de acuerdo con la costumbre, se cambió de nombre y adoptó el de Pedro.
A partir de esa fecha se prepara para el sacerdocio con estudios tanto de teología como de derecho canónico y con la práctica de las normas ascéticas y de espiritualidad propias de la Orden a que pertenecía, por lo que tras recibir las Ordenes Menores fue ordenado sacerdote el año 1524. Desempeñó cargos dentro la organización interna de la Orden; así sabemos que fue elegido guardián del convento de San Onofre de la Lapa (Zafra, Badajoz) en 1532 y tuvo que participar, en 1534, en la solución de los conflictos que se ocasionaban por las disputas de determinadas pertenencias de varios conventos sobre los que litigaban varios sectores de la Orden.
No sólo ocupó cargos en diversos conventos de los franciscanos en Extremadura sino que pasó varios años, entre 1541 y 1543, dedicado a fundaciones de rigurosa espirtualidad y penitencia en Portugal, en la Arrábida, bajo la protección de la monarquía portuguesa con la que tenía contactos epistolares desde varios años antes.
Parte de su vida contemplativa y eremítica la pasa en los minúsculos conventos de El Palancar y el de Santa Cruz (Cáceres) entre los años 1554 y 1558; allí la pobreza y la penitencia eran norma de vida. Este último año se le desestimó la autorización que tenía para la vida eremítica y le nombraron Comisario General de los Conventuales reformados. El año siguiente se publica en Lisboa su libro Tratado de oración y meditación.
Esta vida de contemplación no era obstáculo para estar en relaciones con muchas personas por vía epistolar e, incluso, para hacer largos viajes, generalmente a pie, especialmente por Extremadura. Hay testimonios de una entrevista con Carlos V en Yuste. En 1560 se encuentra con Santa Teresa en casa de Doña Guiomar de Ulloa y trata sobnre la fundación del convento de Arenas, tras haber concluido antes las del convento de La Viciosa y del Rosario en términos de Oropesa. Por donde iba dejaba su rastro de santidad, caminaba descalzo, y se contaban los prodigios que ocurrían en torno a su persona como serían pasar el Tiétar sobre las aguas, el no mojarse en plena tormenta o el que la nieve formase una pequeña cavidad a su alrededor en el Puerto del Pico cuando regresaba de un viaje a Ávila. Numerosos hechos milagrosos aparecen mencionados en la Vida y escritos de San Pedro de Alcántara que escribe el P. Barrado y publica la Editorial Católica en su colección "B.A.C."
Los últimos años de su vida los pasó dedicados a la fundación del convento en Arenas; debió llegar a esta localidad en 1560 y, mientras conseguía autorizaciones, pese a que su estado físico ya se había deteriorado, visitaba los pueblos de los alrededores, cuyos habitantes testificarán posteriormente en el proceso de beatificación y canonización, y también viajaba, en un asnillo, a Ávila, Oropesa y al convento de Ntra. Sra. del Rosario, situado en las proximidades del actual pantano del Rosarito.
Mientras se construía el pequeño convento, junto a la ermita de San Andrés del Monte, vivía en una casa que tenía la cofradía del mismo nombre en el pueblo y que después se convirtió en Enfermería. Sería en este lugar, atendido por el Dr. Vázquez donde le llegaría la muerte, el 18 de octubre, tras haberse sentido indispuesto en Oropesa.
Se le entierra en la iglesia del convento llamado entonces de San Andrés del Monte. Con motivo de su beatificación la villa lo declara patrón en 1622; la canonización llegaría el año 1669.