VIDA DE SAN SEBASTIAN (MÁRTIR EN
ROMA († 288)
Narbona y
Milán se disputan la gloria de haber servido de cuna a este héroe cristiano, y a
la verdad, bien puede decirse que es hijo de ambas ciudades, ya que su padre era
un noble galo oriundo de Narbona, y su madre una milanesa. Recibió en
Milán excelente y cristiana educación, y abrazó la carrera militar por los años
283, no tardando en señalarse por su lealtad, inteligencia y valentía. Imperando
Diocleciano, sucesor de Carino en 284, Sebastián consiguió el grado de centurión
en la guardia pretoriana, cargo encomendado a personajes de noble
alcurnia. Las
brillantes cualidades de nuestro héroe habíanle granjeado el cariño del
emperador, en cuyo palacio residía habitualmente. El principeignoraba su
calidad de cristiano, pues Sebastián guardaba este secreto, no por falta de
valor, sino para así socorrer más fácilmente a los cristianos encarcelados por
la fe. Por entonces promovióse una gran persecución contra los discípulos de
Cristo. Sebastián, aprovechándose de las prerrogativas anejas a su grado de
oficial, penetraba en las prisiones con bien preparadas excusas y no pasaba día
sin ir a consolar a los cautivos y fortalecerlos en la fe. En lo más
recio de la persecución, dos caballeros romanos, Marco y Marceliano, hijos
gemelos de Tranquilino y de María, personas muy nobles y ricas, se negaron a
sacrificar a los ídolos y fueron condenados a muerte. Sus padres, paganos
todavía, consiguieron de Cromacio, teniente del prefecto de Roma, un plazo
de treinta días para persuadir a sus hijos que sacrificasen. Los condenados
fueron, pues, confiados a la custodia de Nicóstrato, primer escribano de la
prefectura y tuvieron que sostener continuos asaltos por parte de toda su
familia. Conmovidos
por las lágrimas de sus padres, esposas e hijos, los dos combatientes ya
empezaban a vacilar, cuando Sebastián se presentó en la prisión y con su
palabra, encendida por el amor a Cristo, los confirmó en la fe. Aun no había
terminado su discurso, cuando Zoé, la mujer del escribano Nicóstrato, se
arrojó a sus pies, dándole a entender con gestos, pues hacia seis años que había
quedado muda, el ardiente deseo que tenia de ser cristiana. Sebastián trazó
sobre sus labios la señar de la cruz, y al punto, recobrado el uso de la
palabra, empezó a publicar que profesaba la fe de
Sebastián. Con este
milagro tan patente e ilustre, Nicóstrato se convirtió luego a la fe de Cristo,
y se echó a los pies del oficial imperial; pidió perdón a los dos cristianos
cuya guarda le habían encomendado, les soltó las cadenas y declaró públicamente
que quería compartir s« martirio. La familia misma, que momentos antes pretendía
hacer apostatar a los confesores, renunció al culto de los ¡dolos y toda la
asamblea, prorrumpiendo en lágrimas, dio gracias a Dios y deploró su
infidelidad. Nicóstrato
hizo promesa de no tomar alimento alguno antes de recibir el
bautismo; mas
Sebastián, moderando su ardor, le aconsejó llevase los presos a su propia casa,
y él mismo salió apresuradamente en busca del sacerdote Policarpo, muy conocido,
tanto por su celo en mover a conversión, como por su abnegación al servicio de
los cristianos encarcelados. Nicóstrato,
so pretexto de asustar a los presos con la vista de los instrumentos de
suplicio, los llevó a su casa. Como el carcelero Claudio se admirase mucho de
esta providencia inopinada, llamóle el escribano a parte, y le refirió lo
ocurrido. Claudio, que tenia dos hijos enfermos, los llevó inmediatamente a casa
de Nicóstrato y rogó encarecidamente a los neófitos que los
curasen. "Sólo el
bautismo puede realizar tal milagro —respondieron los convertidos. Claudio,
movido por la gracia, se colocó con sus hijos entre los catecúmenos.
Policarpo1 celebró la ceremonia del bautismo en casa de Nicóstrato, y
Sebastián fue el padrino de los nuevos cristianos. Los hijos de Claudio fueron
sumergidos los primeros en el agua regeneradora y salieron llenos de vigor,
recobrando al mismo tiempo la salud del alma y la del
cuerpo. Tranquilino,
padre de Marco y Marceliano, que estaba como tullido de la gota hacia ya once
años y era menester llevarle en brazos, sintió fuertes dolores cuando hubieron
de desnudarle. Cuando el sacerdote le preguntó para animarle, si creía que
Jesucristo podría curarle al perdonarle los pecados, respondió: "Creo que mi
Salvador puede concederme la salud del cuerpo y la del alma; mas sólo pido el
perdón de mis pecados. Con gran satisfacción ofrezco mis dolores en holocausto a
Jesucristo". Los asistentes se deshacían en lágrimas y pedían a Dios
recompensase la fe de su siervo. Policarpo preguntó por segunda a vez a
Tranquilino: —¿Crees en
el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo? —Si—respondió
el anciano y bajó con paso firme a la fuente bautismal. Estaba
curado. SEBASTIAN
CONVIERTE AL VICARIO DEL PREFECTO DE ROMA Los recién
bautizados permanecieron diez días en casa de Nicóstrato. Aleccionados y
fortalecidos por Policarpo y Sebastián cantaban las alianzas de Cristo y se
preparaban al combate. Abrasados del amor de Jesucristo, pedían con instancia la
gracia del martirio. Las mujeres y los niños no demostraban menos confianza
y valor que los hombres. Terminó el
plazo de los treinta días, y Cromacio mandó comparecer a Tranquilino ante su
tribunal. El senador le dio las gracias y le dijo: "El plazo que me concediste
ha conservado los hijos al padre y ha devuelto el padre a los hijos". No
entendió Cromaeio el sentido de estas palabras; antes bien, creyendo que
Tranquilino había vencido la constancia de sus hijos, ordenó trajeran
incienso para que Marco y Marceliano pudiesen sacrificar a los ídolos. Pero
Tranquilino, irguiéndose disipó las ilusiones del teniente del prefecto, declaró
que era cristiano y refirió el milagro que el Señor habia obrado en su .
favor. Cromado
también padecía de la gota; más como habia en el pretorio mucha asistencia,
no se atrevió a continuar el interrogatorio; hizo prender a Tranquilino y
anunció que examinaría su causa en la audiencia próxima. Por la noche, mandó
llamar secreta-, mente al anciano y, cuando Tranquilino estuvo presente,
suplicóle Croniacio que le revelase el remedio que le habia curado, y hasta se
atrevió a tentarle ofreciéndole cuantiosas sumas de dinero. "Debo mi
curación a la omnipotencia del Altísimo—repuso el senador—y sólo Cristo tiene el
poder para otorgaros el mismo alivio". El
funcionario imperial pidió en seguida ser presentado al sacerdote que le habia
bautizado, pues esperaba obtener, como los catecúmenos, su completa curación. A
toda prisa Tranquilino llevó a Policarpo a casa de Cromacio. Renovó éste sus
ofrecimientos y hasta prometió la mitad de su fortuna si conseguían
curarle. "Dios nos
libre de trafico tan criminal—repuso el ministro del Señor—; pero Jesucristo
puede rasgar el velo de vuestra incredulidad y curar todas vuestras dolencias,
si creéis en EL de todo corazón". Después de
un ayuno de tres días, Policarpo y Sebastián volvieron a ver a Cromacio, y, con
ocasión de los fuertes dolores que padecía, le hablaron de los suplicios del
infierno. El vicario del prefecto atemorizado pidió, en el acto, el favor
de ser contado en el número de los catecúmenos. Sin embargo, tenia en su
morada gran número de ídolos domésticos. Sebastián le hizo presente que no podía
servir a la vez a Dios ya los demonios, rogándole hiciera desaparecer todos los
vestigios de culto a los falsos dioses. Consintió en ello el teniente del
prefecto, y con este fin quiso dar órdenes a la servidumbre. Más, Sebastián le
contuvo. —Vuestros
sirvientes son aún paganos y esclavos del demonio; los dioses pueden aún
hacerles daño . A nosotros, discípulos de Cristo, toca hacer pedazos a los
ídolos. Púsose en oración y lleno de fuerza
sobrenatural, recorrió el palacio y derribó los doscientos ídolos que eran allí
adorados. A la vuelta, el funcionario no experimentaba alivio
alguno. —Os queda
aún algo por romper—exclamó Sebastián—; vuestra fe no es todavía completa.
- Cromacio
confesó que poseía un gabinete lleno de instrumentos de astrologia. Eran legados
de sus antepasados y la familia los conservaba con religioso respeto. Sebastián
arremetió vivamente contra esta otra superstición, y su lenguaje enérgico y
vigoroso, provocó la renuncia del prefecto a todos aquellos instrumentos que sin
duda impedían su curación. Apenas Cromacio hubo dado su consentimiento, cuando
Tiburcio su hijo,. entró despavorido en la sala como loco
furioso: —'He mandado
encender dos hornos—exclamó con voz encolerizada—y juró arrojar en ellos a
Sebastián y a Policarpo si no se cura mi padre. Los dos
cristianos aceptaron la condición y al punto empezaron a destruir los últimos
vestigios de la superstición pagana. En aquel instante aparecióse a Cromacio un
joven rodeado de luz resplandeciente que le dijo: —Cristo me
envía para curaros. En el acto
se sintió Cromacio libre de la gota, se levantó y, en un arranque de
agradecimiento, quiso besar los pies al médico misterioso. El desconocido
le detuvo: —No sois
digno de tocar al ángel del Señor, en tanto no hayáis sido regenerado en las
aguas del bautismo. Al oír estas
palabras arrojóse Cromacio a los pies de Policarpo y de Sebastián,
suplicándoles no diferiesen por más tiempo su bautismo. Exhortóle Sebastián
a recibir dignamente sacramento tan augusto, por medio del ayuno y la oración.
Diolo claramente a entender que, en virtud de su nuevo carácter de cristiano,
debería renunciar a su cargo de teniente del prefecto de Roma, una de las
primeras dignidades de la ciudad imperial, para no verse obligado a presidir
ceremonias paganas y perseguir a los cristia-no&por orden del emperador.
Cromacio se mostró dispuesto a todos los sacrificios. Al cabo de
varios dias de oración y penitencia fue recibido en el seno de la Iglesia. Toda
su casa y la mayor parte de sus numerosos esclavos siguieron su
ejemplo; Sebastián
fue el padrino de aquellos mil cuatrocientos convertidos. Cromacio dio la
libertad a los esclavos, pero casi todos prefirieron continuar a su
servicio. LA
PERSECUCIÓN Entre tanto
embravecíase cada día más la persecución. Por orden del emperador, ya no podían
los cristianos comprar ni vender sin ofrecer antes incienso a los
ídolos. Cromacio
había renunciado a su cargo; su anchuroso palacio servia de lugar de reunión a
los cristianos. Poseía además vastas propiedades en Campania que puso a
disposición de los Cristianos de Roma que quisiesen refugiarse en ellas. El Papa
san Cayo designó al presbítero Policarpo para que los
acompañase. Tiburcio, el
hijo de Cromacio, convertido en cristiano admirable, y Sebastián, permanecieron
en Roma. El valeroso oficial, siempre en la brecha, visitaba y animaba a los
combatientes; recorría las cárceles llevando por doquier palabras de aliento y
salvación. Al marcharse
Cromacio, los cristianos, perseguidos por todas partes, hallaron refugio en el
palacio mismo del emperador, en la morada de Cástulo, intendente de los baños y
estufas. Hacia ya
algún tiempo que los cristianos celebraban sus reuniones con el mayor
secreto, al abrigo de la policía, cuando surgió entre ellos un falso
hermano llamado Torcua-to. Merced a sus artificios, los fieles fueron
sorprendidos durante una de sus reuniones. Cástulo, Tiburcio, Marco y Marceliano
fueron arrestados, y el traidor, para evitar sosr pechas, dejóse llevar a la
cárcel con los mártires.
\ En aquellas
tristes circunstancias, Sebastián avivó la llama de su celo para asistir a sus
hermanos cautivos. En vida o después de su muerte, los fieles que le habían
tratado más de cerca, fortalecidos con sus exhortaciones, soportaron, sin
flaquear, los más atroces tormentos. Asi los santos gemelos Marco y Marceliano
permanecieron un dia y una noche atados a un poste y expuestos a los insultos
del populacho amotinado; acabaron con ellos a lanzadas el 18 de junio del año
286. Santa Zoé, mujer de Nicóstrato, fue colgada de un árbol por los cabellos y
murió el 5 de julio, asfixiada, por un fuego de estiércol encendido bajo sus
pies. Tranquilino, padre de los santos Marcos y Marceliano, Ordenado de
presbítero por san Cayo, murió apedreado por los paganos el 6 de julio, octava
de los santos Apóstoles, mientras oraba sobre la tumba de san Pedro. San
Tiburcio fue degollado fuera de la ciudad, el 11 de agosto. Dos años más tarde,
en el 288, san Cástulo fue enterrado vivo el 26 de marzo, en un montón de arena,
en la vía Lavicana. San Nicóstrato arrestado por orden del juez Fabián, san
Claudio y tres cristianos más, los santos Castor, Victorino y Sinforiano, fueron
arrojados al Tiber y perecieron ahogados en 7 de julio. También a san Cromacio
se le venera como mártir el 11 de agosto. MARTIRIO DE
SAN SEBASTIAN Sebastián
habia sostenido a los atletas de Cristo en medio de los más terribles
combates y, no obstante permanecía libre. Mas Dios habia bendecido
sustrabajosy la hora de la recompensa se acercaba. Los
delatores prosiguieron su obra, y a su vez Sebastián fue denunciado. Profesaba
Diocleciano gran cariño a tan brillante oficial, por lo que se negó al principio
a dar crédito a la acusación; más cediendo a las instancias de los cortesanos,
mandó comparecer ante su presencia al jefe de sus
guardias. Comprendió
Sebastián que habia llegado para él la hora del gran
combate. —Te acusan
de que eres cristiano—dijo el principe—. ¿Es cierto? —Si—respondió
el oficial—; siempre he tenido por locura implorar el auxilio de piedras inertes
que el hombre puede impunemente hacer pedazos. Al oir tales palabras, el
emperador, alzándose airado, exclamó: —¡Siempre te
he querido y te he distinguido entre los principales personajes de mi corte, y
ahora desobedeces mis órdenes e insultas a mis dioses! —Siempre he
invocado a Jesucristo en favor vuestro y en pro de la conservación del imperio,
y siempre he adorado, al Dios que está en los cielos; Juró el
tirano castigar sin tardanza al valiente arleta de Cristo; pero Sebastián gozaba
de gran popularidad en el ejército, por lo cual temió Diocleciano que se
sublevaran los soldados si les encargaba de dar muerte al jefe a quien tanto
querian. Ahora bien,
había a la sazón en Roma una tropa de arqueros númidas, a sueldo del emperador,
ajenos por completo al modo de ser y sentir del ejército romano, y capaces
decualquier tarea penosa para los demás soldados. Diocleciano recurrió a
semejantes bárbaros.
, Estos
obedecieron sin escrúpulos las órdenes del, emperador y encadenaron a
Sebastián, como un malhechor, sin consideración por su grado; luego lo
sacaron al campo, le despojaron de sus vestidos y le sujetaron para que les
sirviese como de blanco. Intrépido y
tranquilo el mártir alzaba los ojos al cielo, daba gracias a Dios y oraba por
sus verdugos. A una señal de su jefe, los númidas le acribillaron con sus
flechas y no pararon hasta que le dejaron muerto. Durante la
noche, santa Irene, mujer de san Cástulo, recogió el traspasado cuerpo del
mártir. Sebastián respiraba todavía; la valerosa cristiana se lo llevó
sigilosamente a su morada, situada, como la de otros cristianos, en el palacio
mismo del emperador. Gracias a sus asiduos cuidados, Sebastián recobró la
salud. Todos le
creían muerto; podia, pues, ocultarse y librarse de la ira de sus
perseguidores. Mas el noble y valiente oficial había combatido largo tiempo
y no quería perder la palma de la victoria. Su celo ardiente le sugirió el
generoso propósito de sacrificarse una vez más por sus hermanos, y echar en cara
al emperador la injusta crueldad que usaba contra los cristianos. Asi, pues, a
pesar de los ruegos de los fieles, fue a ponerse en la escalera del palacio, a
la hora en que Diocleciano acostumbraba a subir por ella. Turbóse el
emperador por esta inesperada aparición, y creyendo ver alzarse ante si la
sombra vengadora de Sebastián, retrocedió estupefacto. Sin embargo, cobró
ánimos, e, interpelando al que seguía considerando como un fantasma, le
dijo: —¿No eres tú
Sebastián, a quien yo condené hace poco tiempo a ser
asaetado? —Nuestro
señor Jesucristo me ha devuelto la vida, y vengo en su nombre a echaros en cara
los males con que abrumáis a los cristianos. Embravecióse más el fiero
tirano y ordenó la detención del insolente que venia a despertar sus
remordimientos; conducido luego al hipódromo, mandó Diocleciano
que lo azotasen
y apaleasen hasta que muriese. Para impedir
que los cristianos venerasen las reliquias del santo mártir,
arrojaron con
desprecio su cuerpo ensangrentado a una cloaca, donde quedó milagrosamente
colgado de un clavo, merced a lo cual libróse de la infección de aquel
lugar. .Pero
Jesucristo quiso glorificar a su fiel siervo dos veces mártir y permitió que
Sebastián se apareciese en sueños a una piadosa matrona romana llamada Lucina, a
la que reveló el sitio en que se hallaba su cuerpo, y le ordenó que le hiciese
sepultar cerca de la catacumba donde descansaban los restos de los soberanos
Pontífices. Aquella
noble cristiana ejecutó fielmente su orden, y la catacumba donde fue
sepultado el oficial mártir se conoce con el nombre de san
Sebastián. Los autores
señalan unánimes el 20 de enero como fecha del martirio de san Sebastián, pero
difieren en cuanto al año; unos dicen que el 288, otros que el 304. La
primera fecha nos ha parecido más probable, teniendo en cuenta las fechas
señaladas para el martirio de los santos a quienes Sebastián sirvió de sostén en
sus últimos días. La fama de
san Sebastián se esparció por el mundo entero y adquirió gran popularidad.
Se le invoca contra toda clase de epidemias, según reza la inscripción grabada
sobre su tumba, y su imagen es una de las más esparcidas por la iconografía
cristiana. La imagen
más antigua que se conoce de san Sebastián es la de la iglesia de san Pedro ad
Vincula, del año 680; es un mosaico que representa el Santo en traje de palacio
con barba, manto y una diadema en la mano, y alrededor de la cabeza un nimbo
resplandeciente. Posteriormente se le ha representado a menudo en figura de
un joven atado a un árbol con flechas clavadas en el
cuerpo.
DÍA 20 DE
ENERO
Patron de Poyales del Hoyo (Avila)
CÁNTICOS A
SAN SEBASTIAN
BENDITO SAN
SEBASTIAN
Bendito San
Sebastián
te vamos a
pedir
que nos
concedas la paz
que tú puedes
conseguir.
Pues concedes
tus favores
al que te
invoca amoroso
escucha
nuestros clamores
Sebastián, Mártir
Glorioso.
Pues tanto te
atormetaron
los que
martirio te dieron
que difunto te
tuvieron
y a un muladar
te arrojaron.
Para tormentos
mayores
resucitas
milagroso.
Escucha
nuestros clamores
Sebastián,
Mártir Glorioso.
De capitán
esforzado
tu gloria
doblada
fue siendo
mártir por la fe
lo fuiste por
el Estado.
Pues escucha
tus favores...
Reprendiste a
Diocleciano
con denuedo
nunca visto
porque a los
fieles de Cristo
persiguió tan
inhumano.
Tus hechos
merecedores
son de este
título hermoso,
Escucha
nuestros clamores
Sebastián,
Mártir Glorioso.
!!VIVA SAN
SEBASTIAN
BENDITO, QUE
NOS LIBRE
DEPESTES,HAMBREY
GUERRAS!!
¡¡¡VIVA!!!
HIMNO A SAN
SEBASTIAN
Adalid y
valiente capitán
fue el
mártir San Sebastián
fiel amante
de Cristo
y de su
cruz.
Que en lucha
desigual
del. averno
triunfó
de laurel
inmortal
sus sienes
conoró.
Entonemos
gozosos himnos mil
al grito del
añafil:
Viva, viva
el Patrón
de esta
villa leal
que con fiel
corazón
canta un
himno triunfal
Valeroso
Sebastián:
danos la
paz, danos la paz.
Oh invicto
santo y mártir
que del
tirano sufres las iras
por este
pueblo, que fiel te aclama
desde la
gloria intercede y mira,
desde la
gloria intercede y mira.
San
Sebastián, bendito
que desde el
cielo nos patrocinas
pide al Rey
de la Gloria
que nos
defienda de acción indigna.
Y asi fieles
marchando
por el
camino que tu seguiste
seremos
coronados con la corona
que tu
seguiste.
Oh invicto
santo y mártir....
De Cristo
atleta fuistes
santo
bendito de mis amores
que a los
cristianos tibios
les
reanimabas con tus fervores.
Haz que de
mi tibieza
salga yo
pronto con heroísmo
y muera si
es preciso
como soldado
del cristianismo.
Oh invicto
santo y mártir....